🔹Dentro del contexto de una terapia, nos encontramos frecuentemente con pacientes que relatan eventos complicados o traumáticos, que incluso al oírlo se nos encoge el corazón, pero que lo narran en lo que podríamos llamar “modo telediario”, con un tono aséptico y, lo más llamativo, con una emotividad neutra, sin sentimiento.

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🔹También ocurre que nos encontramos con personas con las que percibimos unas distancia, a veces inexplicable, personas que pueden incluso tener una actitud cercana pero con las que notamos una especie de límite que nos separan.

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🔹Estos serían ejemplos de personas que están desconectadas de sus emociones.

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🔹Por ilustrarlo de algún modo, podemos imaginar que desde nuestro cerebro y al corazón, hubiera un cable que transmite la información bidireccionalmente.Por diversas causas, este cable se ha podido cortar o atrofiar, de tal manera que la información o no se transmite, o se transmite con sesgos y errores.

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🔹En este supuesto, si ocurriera algún evento, procesaríamos éste con el cerebro, pero la información no bajaría por el cable hasta el corazón, y por tanto, parte de la información que tiene que ver con la emoción que nos produce ese evento, el cómo nos afecta, se perdería.

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🔹Este tipo de modo de procesamiento tiene tremendas ventajas: desde lo racional las cosas no nos duelen tanto, nos enfadan menos, pues les damos una explicación racional y lógica, pero también, tiene grandes desventajas: nos perdemos la información más útil y relevante que podemos obtener de nuestro entorno y de nosotros mismos.

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🔹El trabajo en terapia puede ayudarnos a reconectarnos con nosotros mismos, a escuchar cómo nos sentimos y a saber que necesitamos en cada momento.